miércoles, 4 de junio de 2008

Murga "La Estación": Teatro Comunitario y Popular

Las Murgas como teatro comunitario son formas de expresión del Arte Popular. Convocan la participación de toda la comunidad en prácticas sociales tales como la música, el canto, la plástica, los títeres, el teatro. En estos espacios, es posible la producción de hechos teatrales pensados como formas alternativas de comunicación.
La Murga de la Estación, grupo de teatro comunitario, funciona como un espacio de inclusión, contención y apertura a diversos temas sociales referidos a las necesidades del entorno. Así, logró instalarse en el ambiente artístico y cultural de la ciudad, y ahora, después de ocho años de su creación convoca a una multitud de vecinos de diferentes generaciones y trayectorias sociales para ejercitar y recrear la memoria.

Sus inicios

En 1999 un grupo de vecinos de la ciudad de Posadas había dado inicio a un grupo de teatro comunitario y popular alternativo. La propuesta la trajo la murga “Catalina Sur” de la Boca (Buenos Aires) que, ese año, se había presentado en la ciudad. Luego, algunos de sus miembros, entre ellos Ademar Bianchi, director de “Catalina Sur”, organizaron talleres actorales, de canto y acrobacia para empezar a formar a la gente y diseñar el boceto de lo que sería la primera obra: “Misiones Tierra Prometida”.
El proyecto «Misiones Tierra Prometida» permitió la conformación del grupo de teatro-fiesta «Murga de la Estación». La propuesta fue generada por sectores independientes vinculados al campo artístico local, que hicieron una convocatoria pública en la Estación de Trenes. Al lugar concurrieron alrededor de 50 personas de distintos sectores sociales. Los primeros en acudir fueron los integrantes del grupo de teatro y títeres “Kossa Nostra”.
La Murga de la Estación junto a muchos otros artistas logró recuperar un espacio perdido, la Estación de Trenes de Posadas. Es así que el espacio histórico se transformó en un lugar de disfrute y goce para la comunidad.
Cuando el grupo todavía seguía en ese lugar, durante los ensayos llegaba el tren; esto también formaba parte de la “magia” de ese lugar histórico, de una fuerte carga simbólica. Hoy en la Estación de Trenes solamente quedan escombros. Este suceso marcó la vida de la murga, y para muchos es un recuerdo amargo.
Llegado el momento, el grupo se había resistido a salir del lugar. Para conservar su espacio juntaron firmas, hicieron abrazos simbólicos a la estación, intentaron llamar la atención de la gente pero, principalmente, de las autoridades. Finalmente, tomaron la decisión de irse ya que la situación se tornaba cada vez más tediosa y debían seguir trabajando. Ahora el equipo se encuentra en un galpón ubicado en Gobernador Barreyro casi Lavalle.

Las propuestas del teatro comunitario

La propuesta fundamental de la Murga de la Estación tiene que ver con la recuperación de la memoria; una memoria que cuente acerca de nuestro pasado, contará también sobre nosotros. Asimismo, otro de sus principios es el de una propuesta colectiva: aprender a hacer trabajos y a tomar decisiones entre todos.
Dentro de este grupo de teatro comunitario surgió una doctrina representativa y muy particular. La idea de que todas las personas puedan ser, no solamente consumidores de productos culturales sino también, productores. Esta modalidad no es a la cual estamos acostumbrados.
La “fiesta vecinal” no es exclusiva para actores expertos y profesionales. Aquí, cualquier vecino interesado puede participar. Elena, integrante de la murga, comenta: “Una persona que jamás pensó que iba a actuar, cantar, bailar en escena, y después de una preparación y de su propio tiempo se anima a hacerlo. Es un impacto, el poder pasar de ser espectador a ser productor del espectáculo.”
Pero lo particular es que existe toda una historia diferente en la lógica de producción que aquí es colectiva y participativa. A su vez, la posibilidad de ver a más gente en el escenario de lo que es común. Cómo funciona esta modalidad, posible de lograr con la colaboración de todas las personas que componen el grupo. “Ver a 200 personas en el escenario era maravilloso. Siempre había participado de propuestas donde máximo en el escenario éramos 20.”, nos dijo Marina, una integrante.

Espacio para ejercer ciudadanía

Según la Licenciada María de los Ángeles Yannuzzi[1], las sociedades en crisis, como la nuestra, hoy se enfrentan al problema de constituir nuevas formas de integración social y nuevos sujetos políticos.[2] Pero dentro de la murga ocurre una situación diferente: la posibilidad de la integración social. Aquí, los que participan logran ejercen su ciudadanía. Los vecinos asumen responsabilidades y roles que no estaban acostumbrados a tomar. La oportunidad de que los vecinos se apropien de las herramientas necesarias, y que a partir de estas surjan posibilidades de discusión, de democracia, de participación, de concientización.
“La sociedad organizada puede hacer cosas, inclusive teatro. Y si puede hacer teatro, eso quiere decir que organizada puede hacer muchas otras cosas. A esto apuesta la transformación social, en este caso desde el arte”, vuelve a comentar Marina.
Además, en la murga se hace posible una reunión vecinal, que no es común en los últimos tiempos. A su vez, esto implica un aprendizaje: el compartir y convivir dentro de una agrupación con personas que piensan distinto, que vienen de tránsitos y horarios distintos, que se dedican a cosas diferentes.
Dentro de la murga se pensó en un proyecto colectivo de inclusión. Un espacio donde todos puedan hacer teatro, cantar, pintar, actuar, hacer un guión; fundamentalmente aprender. Elena, integrante nos cuenta: “vos lo ves y es algo muy entretenido. Pero todo tiene una intención. El que fue a la murga escuchó, se rió pero después dijo ¡epa! acá paso algo.”
La gente se hace un tiempo, entre comillas, para dedicarle a este espacio. Pero, me cuentan sus integrantes, que son en estos momentos cuando se sienten muy bien, aprenden y hasta pueden llegar a ser “distintos” cuando entran en la piel de un personaje. Alexis, integrante aporta: “Las máscaras que nos ponemos: somos de repente alguien que va a la fiesta a buscar a su pareja en la noche del Parque Japonés o un tipo que va a escuchar a Alberto Castillo que había venido a Misiones.”

Procesos de creación y producción de sus obras

Dentro del grupo de la estación se logró la producción de cinco obras de teatro: “Misiones Tierra Prometida”, “Parque Japonés”, “El Herrero y la Muerte”, “Misiones Tierra Prometida 2 Candombe de la Patria Grande”. Y este año volvieron a estrenar “Gran Baile del Parque Japonés”.
Para alcanzar las puestas en escena, el grupo pasó por distintos procesos de creación. Primero, un tiempo cuando piensan las letras, cuando construyen la orientación pertinente de lo que intentan mostrar. Luego, se trabaja en talleres de actuación y de canto.
La novedad de estos talleres son las puestas en común, el trabajo en ronda, ya no es uno detrás del otro. Estas formas de compartir y socializar ayudan a retener los datos y aprender de otras experiencias. La colaboración es en conjunto: chicos, profesores, desocupados, etc., que escriben, que reconstruyen a través de fotografías, relatos, anécdotas.

Distintos desafíos

Dentro de la murga no existen jerarquías. La idea es que todos puedan participar, y que la voz de cada uno sea escuchada. Los roles de cada integrante son los que él mismo adquiere con el correr del tiempo dentro del grupo. En este tiempo va “ganando” ciertos espacios, “y después sabés que “fulano” es referente en música, vestuario, etc.”, agrega Marina.
El año pasado, también, como parte del aprendizaje, el grupo se reunió a debatir en asamblea. El tema central fue que sí como asociación comunitaria el Grupo de la Estación, quería o no pagar una “cuota social”. Hubo una fuerte y difícil discusión entre sus miembros.
Marina, se refiere al tema: “Cuando tenés que sentarte a decidir con ochenta personas si vas a pagar o no una cuota mínima, aunque sea mínima de $1 estás tomando una decisión. Si todo el tiempo estuviste hablando de un proyecto de inclusión social a la hora de pagar $1 estas poniendo en cuestión ese mismo principio o no, no sabés.”
Hoy, en el galpón, deben pagar el alquiler, los gastos. Para intentar hacer frente a los gastos se decidió en asamblea el abono de $5 mensuales por cada integrante. “Tal vez, la implementación de la cuota social choque con la idea de un teatro comunitario.”, dice Elena. Como también, con la de que todos los vecinos puedan participar sin restricciones. Y aunque el monto parezca mínimo podría ser que a alguien en algún momento le genere una restricción.
Elena, integrante de la murga, aclara: “Hay un millón de formas de colaborar con la murga. Tenés un foquito que se quemó y alguien lo tiene que cambiar. Capaz yo no lo voy a hacer porque no se y otras persona si. O pintar una madera, yo nunca pinté pero llegado el momento lo voy a hacer porque esa es la forma de colaborar.”

Ensayos y presentaciones

Pude presenciar algunos de los últimos ensayos antes del reestreno de la obra “Gran Baile en el Parque Japonés”. También, fui espectadora de la primera función del reestreno. En esos momentos pude corroborar lo que me habían dicho sus integrantes.
La participación de personas de todas las edades, el trabajo colectivo, el esfuerzo para lograr el consenso, la dedicación de sus integrantes para lograr la comunicación con el público; fueron algunas de mis primeras impresiones al participar de los ensayos.
Los integrantes de la murga, personas desde muy corta edad hasta gente mayor, colaborando para que todo salga de la mejor manera. Las maneras cómo se introducen en los personajes, y logran darles vida y color nuevamente. Así, poder entablar esa comunicación particular que se da con el público. Pese a las diferencias que puedan llegar a tener, lo importante es el resultado: la puesta en escena con más de 50 personas en el escenario.

Baile en el Parque Japones: “un boliche de los ´50”

La obra cuenta sobre un lugar de encuentro de la ciudad en los años ‘50. En estas noches de danzas, compartieron no solamente bailes sino también amores, alegrías, odios, diferencias, y “realidades”. Antes de conocer la historia del antiguo baile, me pregunté si había existido o no este lugar en Posadas, y si los personajes representados en verdad existieron. Así, sus integrantes me contaron que todo era una reconstrucción de hechos reales. La recuperación de aquellas noches de bailes también cuentan sobre la comunidad, sobre momentos donde la ciudad, y hasta el río Paraná, pudieron ser testigos. El Parque Japonés quedaba a pocos metros de lo que ahora es el Anfiteatro Manuel Antonio Ramírez, frente a la costanera Monseñor Kemerer.
Las diferencias entre las personas de distintas “clases sociales” que concurrían al lugar, los estilos musicales, los adelantos tecnológicos que aparecieron, las leyendas y los mitos son temas que nos remiten al pasado, a nuestro presente, y estoy segura, también al futuro.
Dentro de esta producción podemos apreciar y recordar, por ejemplo, la lucha de todo el pueblo misionero para transformar lo que en aquel tiempo era Territorio Nacional. También, cómo los misioneros tomaron el trágico final de la Segunda Guerra Mundial. A su vez, el impacto de la implementación del voto femenino, y luego, la muerte de Evita.
Todas las historias reconstruidas en aquel “Baile”, hasta el día de su incendio en 1953, son sólo algunos ejemplos de las temáticas de las obras de la murga. Todas, con una carga simbólica importante y valiosa. Todas nos hablan desde el humor, el drama, desde sus canciones tristes, alegres, desde la simpleza y picardía de sus diálogos.
Las canciones quedan susurrando en la memoria, los diálogos de los personajes nos hacen reflexionar sobre nuestra propia historia, y los bailes nos remiten a los años de juventud de nuestros abuelos. La Murga de la Estación nos incita, y se propone esa “vuelta de tuerca” para que nosotros, los propios vecinos, redescubramos la historia de la región mediante el teatro comunitario.

Últimas reflexiones

La ciudad de Posadas es una comunidad que como todas cuenta con una identidad que le es propia pero que, a su vez, está en constante búsqueda y transformación. Según Denys Cuche, la identidad es una construcción permanente en los intercambios sociales, elaborada en una relación que opone un grupo a otro, y con los cuales entra en contacto. Entonces, la identidad es siempre una relación con el otro.[3] La propuesta de la Murga de la Estación es reflexionar sobre esta identidad mediante el teatro fiesta como método, y la memoria como una práctica.
Dentro de este espacio se debate sobre algunas de esas “verdades” que, como dicen sus integrantes, no suelen contarnos los libros. Intentan alcanzarla a través de canciones, diálogos, bailes, pintura, y otras formas artísticas. Los valores simbólicos y significativos de expresiones culturales como estas, nos ayudan a repensar nuestra historia y lo que somos, como individuos y comunidad.
La falta de recursos económicos no los hace bajar los brazos. Tener que “hacerle frente” a la carencia de medios, “arreglárselas” con el aporte valioso de la imaginación, afrontar la ausencia de políticas culturales del Estado que los alienten y ayuden a seguir. Es verdad, los obstáculos en muchos momentos, son difíciles. Pero el grupo nos demuestra que con esfuerzo, coordinación, cooperación, compañerismo y deseos de trabajar son posibles de superar, y así avanzar por sobre estos inconvenientes.
La Murga consiguió reinstalarse en un nuevo lugar, después de no haber tenido otra opción más que abandonar la Ex Estación de Trenes. A su nuevo galpón lo consideran propio, pese a que es alquilado. Y también, con mucho esfuerzo de los vecinos han podido reacondicionarlo. Es aquí donde se encuentran con su público, vecinos al igual que ellos. Un espacio donde es posible “la fiesta vecinal” de la que me hablaron sus integrantes y puede comprobarse en sus presentaciones.
El grupo de “murgueros de la Estación” propone una nueva versión de la historia a partir de relatos. Como medio hacen uso del teatro comunitario “fuertemente ligado a la responsabilidad del ser social, al compromiso permanente de ver y no callar la realidad que protagonizan”. Asimismo, los murgueros seguirán contando una historia, que es la nuestra. Y la historia que cuentan tendrá melodías, bailes, colores, pero sobre todo intentará ser la apertura para que nos sentemos a reflexionar sobre la identidad de una comunidad, y sobre nuestra propia identidad.


[1] Politóloga, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Rosario
[2] YANNUZZI, María de los Ángeles. “Ciudadanía u derechos fundamentales: las nuevas condiciones de la política. Buenos Aires. Kairós. Año 3. Núm. 4. 1999 Pág.2
[3] CUCHE, Denys. “Cultura e Identidad”. En: La noción de cultura en las Ciencias Sociales. Editorial Nueva Visión. Buenos Aires. 1999 Pág.111-112

No hay comentarios: