viernes, 20 de junio de 2008

Plaza 9 de Julio

La pintoresca plaza 9 de Julio

Por aquella época, la década del 60, los bares que estaban situados alrededor de la plaza 9 de Julio como el Bar Tokio de los hermanos Yamaguchi, Copacabana, Las Palmas y el Bar Internacional tenían una particularidad que los hace diferentes a los bares de hoy en día. La diferencia radica en que los bares de antaño contaban con la autorización de la municipalidad para colocar mesas sobre la vereda y dentro de la plaza, más o menos alrededor de la estatua. El único lugar donde no había mesas era frente a la catedral. Nuestro entrevistado nos contó:

“En aquella época se permitían poner mesas en la plaza, o sea que los sábados y domingos la plaza estaba llena de mesas. Además se permitían poner mesas en la vereda.”

De esta manera se puede observar como los bares ampliaban su ocupación territorial hasta los espacios públicos. Además ésta ocupación del bar o confitería requería todo un desplazamiento extra y una especie de malabarismo por parte de los empleados del local, debido a que tenían que cruzar constantemente la calle para poder atender a sus clientes. Pero en fin desplazamiento que los beneficiaba, puesto que los fines de semana era cuando más trabajaban.
Las personas estando dentro de la plaza o en los alrededores adquirían cierto grado, notable, de visibilidad respecto de otras que optaban, quizás, por sentarse dentro de la confitería sin ser vistos y sin ver a quienes pasaban. Pero era ésa la intención que los llevaba a estar sentados en la plaza o en las veredas, el ver y que me vean. Soy visible, acá estoy, pertenezco a esta sociedad, significo algo.
Además de la visibilidad, eran espacios que se constituían en lugares de encuentro para la mayoría de la sociedad posadeña. Así también para todo aquel que se encontraba de paseo.
La plaza 9 de Julio tomaba vida y color los fines de semana. Los encargados de brindarle dichas cualidades eran los sujetos que allí se encontraban. Señoritas, señoritos, niños, ancianos y familias, regalaban cada fin de semana una sonrisa que contagiaba a todo aquel que por allí pasara.
Eran aquellos momentos en que la ciudad cobraba una fisonomía especial, muy distinta a la que se vive hoy.
Esa ciudad de la que tanto habló Pin y Silvia, no existe más. Esas prácticas, encuentros y rituales quedaron congelados, o tal vez dormidos, en una determinada época, en la década del 60. Pero que sí existen en el recuerdo y en la memoria de todas las personas que vivenciaron aquellos tiempos de memorable felicidad.

jueves, 5 de junio de 2008

El Cine Teatro Español y el Cine Sarmiento

En esta parte del blog "Memorias Posadeñas" vamos a destacar los lugares de encuentro y diversión que tuvieron lugar en la Posadas de las décadas del 60, 70 y 80. Lugares para bailar, cantar, jugar al truco, dominó, ajedréz, pasar un buen rato entre amigos, mirar películas, etc. Y todo lo relacionado al movimiento cultural de Posadas hace tres o cuatro décadas atrás.
Asimismo para que el lector pueda conocer y situarse en un marco histórico determinado.
Hoy comenzaremos por describir a los antiguos y desaparecidos Cine Teatro Español y Cine Sarmiento.
El cine como lo conocemos hoy en día, no era el mismo hace tres décadas atrás. Si nos remontamos al pasado, mediante la memoria de quienes fueron los protagonistas en dichas épocas, nos encontraremos con anécdotas que son muy interesantes. Con relatos que merecen la pena ser leídos, para tener en cuenta que cada época vivió - y vive- los acontecimientos de distintas maneras.

Cine Teatro Español y Cine Sarmiento
A mediados de la década del 20 en la ciudad de Posadas apareció el cine. Aquellos eran los tiempos del viejo cine en el Salón Estrada que se encontraba al lado de la Catedral, donde concurría toda la muchachada. Este era un cine pequeño comparado a los dos cines más grandes del pueblo.
Los cines más grandes y que perduraron hasta la década del 70, incluso por muchos años más, fueron el Cine Teatro Español explotado por la Sociedad Española de Socorros Mutuos ubicado sobre la calle Ayacucho; y el Cine Sarmiento situado sobre la calle Córdoba al lado de la Biblioteca Popular (que incluso estuvo funcionando hasta el año 2005).
Ambos cines se construyeron para la presentación de espectáculos teatrales y cinematográficos. Veamos un poquito la descripción que hace de los mismos el escritor Miguel Ángel Alterach:[1]

“El Cine Teatro Español tenía una construcción que permitía, por la amplitud de la sala, albergar a numerosa concurrencia, con su platea con butacas de madera e ingreso directo y dos largos palcos a los costados con entradas independientes divididos en boxes. Ahí ya las familias pudieron disfrutar del cine sonoro y continuo cuando se equipó con las nuevas máquinas. En la planta superior, próximo a la máquina de proyección funcionaba el Paraíso, por la altura de su ubicación próxima al cielo, que por el costo de las entradas y el comportamiento libertino de los espectadores también se lo llamaba Gallinero.”

“El cine Sarmiento, un anexo de la Biblioteca Popular, con un estilo más moderno que el otro, resultaba más acogedor con sonido más tecnificado por efecto de máquinas, ambientación y acústica.”
La odisea de los fines de semana

Todo el fin de semana se encontraba uno con el mismo escenario. Fuera sábado o domingo a eso de las 13:00 horas del medio día ya estaba toda la gurisada enfrente de cualquiera de los dos cines. Estaban haciendo la fila para entrar a los matines. Cualquiera de los dos cines hacía tres funciones por día: la matinée, el vermú de tarde y el de noche.
La gurisada esperaba ansiosa la llegada del fin de semana para poder ir al cine y estar, casi toda la tarde, viendo las películas que estaban de moda y que tanto hacían reír.
Lo típico por aquellos tiempos era que los padres dejarán a sus hijos en el cine y más tarde, cuando estaba por terminar la función, los pasaran a buscar y después en familia iban a cenar en algún lugar. Por ésa época estaba la Pizzería Gran Vía. Silvia Linares contó:

“Salían de cualquiera de los dos cines, porque uno cine estaba en una cuadra y el otro estaba ahí nomás, y como hormigas iban todos a la pizzería. Entonces siempre había un campana que salía antes del cine, se iba para la pizzería, se sentaba en una mesa y ponía las sillas para guardar el lugar. Porque después era imposible conseguir lugar.”

[1] ALTERACH, Miguel Ángel: “La ciudad que ya no existe”. Edición año 2000.

miércoles, 4 de junio de 2008

Murga "La Estación": Teatro Comunitario y Popular

Las Murgas como teatro comunitario son formas de expresión del Arte Popular. Convocan la participación de toda la comunidad en prácticas sociales tales como la música, el canto, la plástica, los títeres, el teatro. En estos espacios, es posible la producción de hechos teatrales pensados como formas alternativas de comunicación.
La Murga de la Estación, grupo de teatro comunitario, funciona como un espacio de inclusión, contención y apertura a diversos temas sociales referidos a las necesidades del entorno. Así, logró instalarse en el ambiente artístico y cultural de la ciudad, y ahora, después de ocho años de su creación convoca a una multitud de vecinos de diferentes generaciones y trayectorias sociales para ejercitar y recrear la memoria.

Sus inicios

En 1999 un grupo de vecinos de la ciudad de Posadas había dado inicio a un grupo de teatro comunitario y popular alternativo. La propuesta la trajo la murga “Catalina Sur” de la Boca (Buenos Aires) que, ese año, se había presentado en la ciudad. Luego, algunos de sus miembros, entre ellos Ademar Bianchi, director de “Catalina Sur”, organizaron talleres actorales, de canto y acrobacia para empezar a formar a la gente y diseñar el boceto de lo que sería la primera obra: “Misiones Tierra Prometida”.
El proyecto «Misiones Tierra Prometida» permitió la conformación del grupo de teatro-fiesta «Murga de la Estación». La propuesta fue generada por sectores independientes vinculados al campo artístico local, que hicieron una convocatoria pública en la Estación de Trenes. Al lugar concurrieron alrededor de 50 personas de distintos sectores sociales. Los primeros en acudir fueron los integrantes del grupo de teatro y títeres “Kossa Nostra”.
La Murga de la Estación junto a muchos otros artistas logró recuperar un espacio perdido, la Estación de Trenes de Posadas. Es así que el espacio histórico se transformó en un lugar de disfrute y goce para la comunidad.
Cuando el grupo todavía seguía en ese lugar, durante los ensayos llegaba el tren; esto también formaba parte de la “magia” de ese lugar histórico, de una fuerte carga simbólica. Hoy en la Estación de Trenes solamente quedan escombros. Este suceso marcó la vida de la murga, y para muchos es un recuerdo amargo.
Llegado el momento, el grupo se había resistido a salir del lugar. Para conservar su espacio juntaron firmas, hicieron abrazos simbólicos a la estación, intentaron llamar la atención de la gente pero, principalmente, de las autoridades. Finalmente, tomaron la decisión de irse ya que la situación se tornaba cada vez más tediosa y debían seguir trabajando. Ahora el equipo se encuentra en un galpón ubicado en Gobernador Barreyro casi Lavalle.

Las propuestas del teatro comunitario

La propuesta fundamental de la Murga de la Estación tiene que ver con la recuperación de la memoria; una memoria que cuente acerca de nuestro pasado, contará también sobre nosotros. Asimismo, otro de sus principios es el de una propuesta colectiva: aprender a hacer trabajos y a tomar decisiones entre todos.
Dentro de este grupo de teatro comunitario surgió una doctrina representativa y muy particular. La idea de que todas las personas puedan ser, no solamente consumidores de productos culturales sino también, productores. Esta modalidad no es a la cual estamos acostumbrados.
La “fiesta vecinal” no es exclusiva para actores expertos y profesionales. Aquí, cualquier vecino interesado puede participar. Elena, integrante de la murga, comenta: “Una persona que jamás pensó que iba a actuar, cantar, bailar en escena, y después de una preparación y de su propio tiempo se anima a hacerlo. Es un impacto, el poder pasar de ser espectador a ser productor del espectáculo.”
Pero lo particular es que existe toda una historia diferente en la lógica de producción que aquí es colectiva y participativa. A su vez, la posibilidad de ver a más gente en el escenario de lo que es común. Cómo funciona esta modalidad, posible de lograr con la colaboración de todas las personas que componen el grupo. “Ver a 200 personas en el escenario era maravilloso. Siempre había participado de propuestas donde máximo en el escenario éramos 20.”, nos dijo Marina, una integrante.

Espacio para ejercer ciudadanía

Según la Licenciada María de los Ángeles Yannuzzi[1], las sociedades en crisis, como la nuestra, hoy se enfrentan al problema de constituir nuevas formas de integración social y nuevos sujetos políticos.[2] Pero dentro de la murga ocurre una situación diferente: la posibilidad de la integración social. Aquí, los que participan logran ejercen su ciudadanía. Los vecinos asumen responsabilidades y roles que no estaban acostumbrados a tomar. La oportunidad de que los vecinos se apropien de las herramientas necesarias, y que a partir de estas surjan posibilidades de discusión, de democracia, de participación, de concientización.
“La sociedad organizada puede hacer cosas, inclusive teatro. Y si puede hacer teatro, eso quiere decir que organizada puede hacer muchas otras cosas. A esto apuesta la transformación social, en este caso desde el arte”, vuelve a comentar Marina.
Además, en la murga se hace posible una reunión vecinal, que no es común en los últimos tiempos. A su vez, esto implica un aprendizaje: el compartir y convivir dentro de una agrupación con personas que piensan distinto, que vienen de tránsitos y horarios distintos, que se dedican a cosas diferentes.
Dentro de la murga se pensó en un proyecto colectivo de inclusión. Un espacio donde todos puedan hacer teatro, cantar, pintar, actuar, hacer un guión; fundamentalmente aprender. Elena, integrante nos cuenta: “vos lo ves y es algo muy entretenido. Pero todo tiene una intención. El que fue a la murga escuchó, se rió pero después dijo ¡epa! acá paso algo.”
La gente se hace un tiempo, entre comillas, para dedicarle a este espacio. Pero, me cuentan sus integrantes, que son en estos momentos cuando se sienten muy bien, aprenden y hasta pueden llegar a ser “distintos” cuando entran en la piel de un personaje. Alexis, integrante aporta: “Las máscaras que nos ponemos: somos de repente alguien que va a la fiesta a buscar a su pareja en la noche del Parque Japonés o un tipo que va a escuchar a Alberto Castillo que había venido a Misiones.”

Procesos de creación y producción de sus obras

Dentro del grupo de la estación se logró la producción de cinco obras de teatro: “Misiones Tierra Prometida”, “Parque Japonés”, “El Herrero y la Muerte”, “Misiones Tierra Prometida 2 Candombe de la Patria Grande”. Y este año volvieron a estrenar “Gran Baile del Parque Japonés”.
Para alcanzar las puestas en escena, el grupo pasó por distintos procesos de creación. Primero, un tiempo cuando piensan las letras, cuando construyen la orientación pertinente de lo que intentan mostrar. Luego, se trabaja en talleres de actuación y de canto.
La novedad de estos talleres son las puestas en común, el trabajo en ronda, ya no es uno detrás del otro. Estas formas de compartir y socializar ayudan a retener los datos y aprender de otras experiencias. La colaboración es en conjunto: chicos, profesores, desocupados, etc., que escriben, que reconstruyen a través de fotografías, relatos, anécdotas.

Distintos desafíos

Dentro de la murga no existen jerarquías. La idea es que todos puedan participar, y que la voz de cada uno sea escuchada. Los roles de cada integrante son los que él mismo adquiere con el correr del tiempo dentro del grupo. En este tiempo va “ganando” ciertos espacios, “y después sabés que “fulano” es referente en música, vestuario, etc.”, agrega Marina.
El año pasado, también, como parte del aprendizaje, el grupo se reunió a debatir en asamblea. El tema central fue que sí como asociación comunitaria el Grupo de la Estación, quería o no pagar una “cuota social”. Hubo una fuerte y difícil discusión entre sus miembros.
Marina, se refiere al tema: “Cuando tenés que sentarte a decidir con ochenta personas si vas a pagar o no una cuota mínima, aunque sea mínima de $1 estás tomando una decisión. Si todo el tiempo estuviste hablando de un proyecto de inclusión social a la hora de pagar $1 estas poniendo en cuestión ese mismo principio o no, no sabés.”
Hoy, en el galpón, deben pagar el alquiler, los gastos. Para intentar hacer frente a los gastos se decidió en asamblea el abono de $5 mensuales por cada integrante. “Tal vez, la implementación de la cuota social choque con la idea de un teatro comunitario.”, dice Elena. Como también, con la de que todos los vecinos puedan participar sin restricciones. Y aunque el monto parezca mínimo podría ser que a alguien en algún momento le genere una restricción.
Elena, integrante de la murga, aclara: “Hay un millón de formas de colaborar con la murga. Tenés un foquito que se quemó y alguien lo tiene que cambiar. Capaz yo no lo voy a hacer porque no se y otras persona si. O pintar una madera, yo nunca pinté pero llegado el momento lo voy a hacer porque esa es la forma de colaborar.”

Ensayos y presentaciones

Pude presenciar algunos de los últimos ensayos antes del reestreno de la obra “Gran Baile en el Parque Japonés”. También, fui espectadora de la primera función del reestreno. En esos momentos pude corroborar lo que me habían dicho sus integrantes.
La participación de personas de todas las edades, el trabajo colectivo, el esfuerzo para lograr el consenso, la dedicación de sus integrantes para lograr la comunicación con el público; fueron algunas de mis primeras impresiones al participar de los ensayos.
Los integrantes de la murga, personas desde muy corta edad hasta gente mayor, colaborando para que todo salga de la mejor manera. Las maneras cómo se introducen en los personajes, y logran darles vida y color nuevamente. Así, poder entablar esa comunicación particular que se da con el público. Pese a las diferencias que puedan llegar a tener, lo importante es el resultado: la puesta en escena con más de 50 personas en el escenario.

Baile en el Parque Japones: “un boliche de los ´50”

La obra cuenta sobre un lugar de encuentro de la ciudad en los años ‘50. En estas noches de danzas, compartieron no solamente bailes sino también amores, alegrías, odios, diferencias, y “realidades”. Antes de conocer la historia del antiguo baile, me pregunté si había existido o no este lugar en Posadas, y si los personajes representados en verdad existieron. Así, sus integrantes me contaron que todo era una reconstrucción de hechos reales. La recuperación de aquellas noches de bailes también cuentan sobre la comunidad, sobre momentos donde la ciudad, y hasta el río Paraná, pudieron ser testigos. El Parque Japonés quedaba a pocos metros de lo que ahora es el Anfiteatro Manuel Antonio Ramírez, frente a la costanera Monseñor Kemerer.
Las diferencias entre las personas de distintas “clases sociales” que concurrían al lugar, los estilos musicales, los adelantos tecnológicos que aparecieron, las leyendas y los mitos son temas que nos remiten al pasado, a nuestro presente, y estoy segura, también al futuro.
Dentro de esta producción podemos apreciar y recordar, por ejemplo, la lucha de todo el pueblo misionero para transformar lo que en aquel tiempo era Territorio Nacional. También, cómo los misioneros tomaron el trágico final de la Segunda Guerra Mundial. A su vez, el impacto de la implementación del voto femenino, y luego, la muerte de Evita.
Todas las historias reconstruidas en aquel “Baile”, hasta el día de su incendio en 1953, son sólo algunos ejemplos de las temáticas de las obras de la murga. Todas, con una carga simbólica importante y valiosa. Todas nos hablan desde el humor, el drama, desde sus canciones tristes, alegres, desde la simpleza y picardía de sus diálogos.
Las canciones quedan susurrando en la memoria, los diálogos de los personajes nos hacen reflexionar sobre nuestra propia historia, y los bailes nos remiten a los años de juventud de nuestros abuelos. La Murga de la Estación nos incita, y se propone esa “vuelta de tuerca” para que nosotros, los propios vecinos, redescubramos la historia de la región mediante el teatro comunitario.

Últimas reflexiones

La ciudad de Posadas es una comunidad que como todas cuenta con una identidad que le es propia pero que, a su vez, está en constante búsqueda y transformación. Según Denys Cuche, la identidad es una construcción permanente en los intercambios sociales, elaborada en una relación que opone un grupo a otro, y con los cuales entra en contacto. Entonces, la identidad es siempre una relación con el otro.[3] La propuesta de la Murga de la Estación es reflexionar sobre esta identidad mediante el teatro fiesta como método, y la memoria como una práctica.
Dentro de este espacio se debate sobre algunas de esas “verdades” que, como dicen sus integrantes, no suelen contarnos los libros. Intentan alcanzarla a través de canciones, diálogos, bailes, pintura, y otras formas artísticas. Los valores simbólicos y significativos de expresiones culturales como estas, nos ayudan a repensar nuestra historia y lo que somos, como individuos y comunidad.
La falta de recursos económicos no los hace bajar los brazos. Tener que “hacerle frente” a la carencia de medios, “arreglárselas” con el aporte valioso de la imaginación, afrontar la ausencia de políticas culturales del Estado que los alienten y ayuden a seguir. Es verdad, los obstáculos en muchos momentos, son difíciles. Pero el grupo nos demuestra que con esfuerzo, coordinación, cooperación, compañerismo y deseos de trabajar son posibles de superar, y así avanzar por sobre estos inconvenientes.
La Murga consiguió reinstalarse en un nuevo lugar, después de no haber tenido otra opción más que abandonar la Ex Estación de Trenes. A su nuevo galpón lo consideran propio, pese a que es alquilado. Y también, con mucho esfuerzo de los vecinos han podido reacondicionarlo. Es aquí donde se encuentran con su público, vecinos al igual que ellos. Un espacio donde es posible “la fiesta vecinal” de la que me hablaron sus integrantes y puede comprobarse en sus presentaciones.
El grupo de “murgueros de la Estación” propone una nueva versión de la historia a partir de relatos. Como medio hacen uso del teatro comunitario “fuertemente ligado a la responsabilidad del ser social, al compromiso permanente de ver y no callar la realidad que protagonizan”. Asimismo, los murgueros seguirán contando una historia, que es la nuestra. Y la historia que cuentan tendrá melodías, bailes, colores, pero sobre todo intentará ser la apertura para que nos sentemos a reflexionar sobre la identidad de una comunidad, y sobre nuestra propia identidad.


[1] Politóloga, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Rosario
[2] YANNUZZI, María de los Ángeles. “Ciudadanía u derechos fundamentales: las nuevas condiciones de la política. Buenos Aires. Kairós. Año 3. Núm. 4. 1999 Pág.2
[3] CUCHE, Denys. “Cultura e Identidad”. En: La noción de cultura en las Ciencias Sociales. Editorial Nueva Visión. Buenos Aires. 1999 Pág.111-112

Para conocer y recordar...

“Memorias de Posadas” es un blog con el objetivo de acercarnos hacia algunas de las voces que nos contaron y contarán sobre la historia, la cultura, las marcas de la ciudad.
Revalorizar esos espacios de encuentro que son posibles dentro de la ciudad mediante distintas miradas; de las diferentes construcciones que hacen posible estos espacios, cómo se fueron formando, de qué hablan y que es lo que nos quieren contar.